Cantabria en bici

Los 10000 del Soplao

Cónica de la marcha de Mayo de 2008

Por: Michael González Harbour



Datos Básicos

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10000 del soplao mapa


Kilómetros
164
Desnivel acumulado
4794
Cota Máxima
1272
Duración
14:47
Lugar de inicio y final
Cabezón de la Sal
Dificultad
Extrema
Mes en que se realizó
Mayo de 2008
Época recomendada
Primavera, verano, otoño

Perfil

10000 del soplao perfil

Descripción

Los 10000 del Soplao, también llamada el Infierno del Norte, es una marcha para bicicleta de montaña, de dureza extrema, organizada por el club MTB Cabezón. Tiene un total de 165 kilómetros por los montes que rodean Cabezón de la Sal y las comarcas cercanas de Cantabria. Los participantes en esta marcha tienen asegurados unos paisajes naturales impresionantes, pues la ruta transcurre por algunas de las más bellas zonas de bosque de Cantabria. El recorrido no tiene excesiva dificultad y de hecho puede encontrarse en forma de varias rutas en esta página, todas ellas de dificultad media o baja. Sin embargo, al unir todas ellas, el largo kilometraje y sobre todo el desnivel acumulado de más de 4700 metros hacen de esta ruta una verdadera quebrantahuesos. Un auténtico reto personal, que sólo se puede superar con una buena preparación física y mental y con la imprescindible ayuda de la organización de la marcha, perfecta en todos los detalles, y del compañerismo y buen ambiente que aportan todos los participantes.

Algunas de las fotos que aparecen aquí son del ForoCantabriaMTB, del ForoMTB, de Montaraz, Ana, Pedro, y Javier. ¡Gracias a todos los fotógrafos!

Crónica de la marcha, Mayo 2008

Esta ha sido la II edición de la prueba, celebrada el 24 de mayo de 2008, con una participación de unos 690 ciclistas, ¿Cómo es posible que seamos tantos los locos que nos animamos a hacer un recorrido como este? En mi caso yo decidí hacer esta marcha hace justamente un año, mientras leía en los foros de Internet las crónicas de los supervivientes de la primera edición de la marcha. Eran crónicas que mostraban la dureza extrema de una ruta ya de por sí complicada, que se hizo casi imposible debido a una meteorología completamente adversa, con lluvia fuerte y mucho, mucho frío. Los participantes relataban las emociones que sintieron, los bajones, las dudas, el sufrimiento, las alegrías, y el espíritu de superación imprescindible para llegar. Durante varios días fui leyendo las historias de héroes anónimos y, literalmente, se me saltaban las lágrimas delante de la pantalla. Yo quería vivir algo parecido, no sólo leerlo.

Los preparativos


Cuando uno decide afrontar un reto personal como este y dispone de un año entero de preparación se piensa mucho. Se visualiza uno a sí mismo en cada subida y bajada del recorrido, que se repasa mentalmente cientos de veces. En cada salida de bicicleta se imagina uno cómo se sentirán los músculos al hacer el cuádruple del esfuerzo habitual. Se piensa en cómo aguantará el cuerpo tantas horas sobre la bicicleta. Se piensa en lo que habrá que comer y beber para resistir. En hasta donde se aguantará si llueve y hace frío. En la ropa que habrá que ponerse y en lo que habrá que llevar en la mochila. Da tiempo para pensar mucho. Mientras tanto se va haciendo la preparación física. Esta es la parte más divertida porque supone recorrer los montes y disfrutar. Disfrutar mucho.

Al comenzar el año se abre el periodo de inscripciones y no puedo esperar. Me inscribo casi el primer día, obteniendo el dorsal 47. Y continúo los preparativos. En contra de lo habitual el invierno es seco y nos permite hacer muchas salidas. También intento ir a trabajar a diario en la bici para ir cogiendo fondo. Cuando llega la primavera el tiempo se vuelve lluvioso y más frío, pero los preparativos deben seguir. Ahora es preciso hacer etapas más largas, algunas de ellas recorriendo parcialmente la ruta de la marcha. Ahí conozco a la gente maravillosa del ForoCantabriaMTB, con los que comparto entrenamiento en un ambiente de compañerismo que le hace sentir a uno arropado y más fuerte. Desde aquí un saludo y mi agradecimiento.

Quedan ya pocos días para el inicio de la marcha y estoy cada vez más nervioso. Me siento ya preparado. Hago una previsión de tiempos, un inventario de cosas a llevar en la bici, y preparo una bolsa con repuestos de ropa, herramientas y comida para que mis amigos de la bici, Pedro y Javier, me puedan dar asistencia el día de la marcha. Pero justo el domingo anterior a la marcha, en la última bajada del último entrenamiento, con tiempo muy frío y lluvioso me caigo bajando de la Venta Vieja. Es una caída tonta, por un despiste, pero me hago bastante daño. Mientras Javier me ayuda a levantarme, dolorido, pienso por un instante que quizás no pueda participar en la carrera. Enseguida aparto ese pensamiento. ¡No puede ser! Afortunadamente, durante la semana los antiinflamatorios y la fisioterapia van consiguiendo mejorarme, de modo que el viernes anterior a la salida las lesiones han mejorado bastante.

El día anterior a la marcha me acerco a Cabezón de la Sal a por el dorsal y el chip identificativo. ¡Ya estoy preparado para la marcha.!

La salida



Suena el despertador a las 6:30 e inmediatamente me levanto con una sensación que es mezcla de ansiedad e ilusión.¿Podré acabar? Ha estado lloviendo por la noche y el pronóstico es de lluvias débiles por la mañana y tormentas por la tarde. Se mantiene el apelativo del "Infierno del Norte". Me visto, desayuno, preparo el camelback con bebida energética y salgo en el coche hacia Cabezón. Hace frío, por lo que he decidido ir vestido casi de invierno. Perneras, manguitos para los brazos, chaqueta térmica de invierno, chubasquero, guantes largos. Sólo el calzado es de verano. Más tarde tendría que cambiarlo.

Me dirijo ya en la bici hacia la salida y se respira un ambiente impresionante. Hay nerviosismo, risas, ilusión. Somos casi 700 bikers. Nunca había visto a tantos juntos. No conozco a ninguno de los que me rodean, pero cuando suenan las tracas que anuncian el inicio de la marcha nos deseamos suerte. Me he colocado por atrás por lo que hay que esperar más de dos minutos a que los de adelante vayan arrancando. Después, la primera pedalada. La segunda. La tercera. Serán muchas. Empieza a llover.
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Aprovechamos los tensos momentos antes de la salida para desearnos suerte
¡Somos casi 700 bikers!


El Monte Corona (subidas 1 y 2)


Pasamos por las calles de Cabezón y a pesar de la hora temprana hay mucha gente aplaudiéndonos. El avance es lento por la gran cantidad de ciclistas. Afrontamos una pequeña subida por la carretera general y pronto nos desviamos hacia la pista que asciende por el Monte Corona hacia la ermita de San Estaban. Sigue lloviendo pero no muy fuerte. En la pista se forman aglomeraciones porque ninguno queremos pasar por los enormes charcos que hay en el camino y hay que ir en fila de a uno. ¡Si luego nos vamos a meter en un barrizal! ¡Seremos ingenuos!

Al llegar al alto aunque llueve es posible ver parte del hermoso bosque del monte Corona. Se ve hasta la Ría de la Rabia hacia la que descenderemos enseguida. Comienzo a disfrutar.

El descenso es rápido aunque hay que ir con cuidado porque han echado piedra nueva en la pista y la bici derrapa. Abajo atravesamos por unos momentos las tranquilas marismas de la ría de la Rabia y sin descanso iniciamos una subida exigente hacia la Ermita de San Antonio. Tengo que dosificarme. Al ir tanta gente junta me animo a subir rápido, pero las pulsaciones suben, así que me obligo a bajar el ritmo. El día será muy largo y prefiero ser conservador. Luego, en la segunda mitad de la marcha, comprobaría que ya no me hacía falta dosificarme. ¡El cansancio me dosificaría el esfuerzo él solito!

La Cueva del Soplao (subida 3)


Al descender a Caviedes empieza a llover con mucha fuerza. En el primer avituallamiento me paro a tomar un par de plátanos de los 20 o así que me comería ese día. De pronto alguien me llama. Son mis compañeros del foro que me saludan muy afectuosos. Me alegro mucho de verlos. Ellos salían ya, por lo que me despido hasta otro rato más adelante. Termino de comer y reinicio la marcha.

Después de un tramo muy lluvioso de carretera llego al inicio de la subida de las lastras. Hasta hace poco esta era una subida de roca y algo de barro de bastante pendiente. El tramo inicial era muy abrupto, imposible de subir en mojado porque la roca resbalaba mucho. Pero lo han transformado. En pocos días una excavadora ha picado la roca y alisado el terreno. Los movimientos de tierra causados por las obras y las fuertes lluvias de los días anteriores han convertido las lastras en un barrizal en el que se hunden las ruedas de la bici. Parece imposible subir montado, sobre todo la primera rampa de fuerte pendiente, pero aún así lo intento. Me alegro de hacerlo porque el barro en esta parte está bastante blando y la rueda apoya sobre las piedras que hay debajo y tiene tracción. Adelanto así a mucha gente que sube a pie. Poco antes de llegar al primer descanso el barro se vuelve más espeso y se me atasca el mecanismo de la cadena, por lo que subo los últimos metros a pata. Sigue lloviendo fuerte. Esto es Mountain Bike puro. ¡Y me encanta!

Después del barro llega un corto tramo de carretera hasta La Florida, y luego continúa el camino por una pista buena que asciende hacia la Cueva del Soplao. En un abrevadero muchos aprovechamos para limpiar el barro de la cadena. Si no lo hacemos, al secarse se atascaría la cadena y podría partirse. Después de limpiar, engrasar. En el foro alguien recomendó que llevásemos aceite en la mochila precisamente para esto y ahora le agradezco en silencio el consejo.

Al llegar al aparcamiento de la cueva, hay muchos turistas que nos miran extrañados. ¡Debe ser raro ver a tanta gente, con barro hasta en las orejas! ¡Y con la que estaba cayendo! Toca avituallarse. Barritas, plátanos, aquarius, recargar el bidón, y para abajo.
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La subida de las Lastras cubierta de barro nos obliga a
desmontar en algunos tramos



El Monte Aa (subida 4)


La bajada hacia Celis es por una pista de tierra de fuerte pendiente. Hoy la tierra se ha convertido en una capa de barro rojizo, por lo que el descenso es muy resbaladizo. Al llegar abajo somos todos rojos, y las bicis también. Alguien ha pensado en ello y los vecinos del pueblo nos ayudan a limpiar el barro de las bicis. Cómo se agradece, pues sabemos que de otro modo la avería mecánica es muy fácil. ¡Gracias a la organización y a los vecinos por esta ayuda que nos ha salvado el día!

Ahora toca un tramo de carretera hacia Puente Nansa, con un ascenso inicial suave y luego un rápido descenso. Voy solo y tengo tiempo de pensar. Pensar en lo que queda todavía. El día acaba de empezar. De momento las sensaciones son buenas.

Después de Puente Nansa hay que vadear el río Quivierda, que baja bastante crecido. Por suerte la organización ha improvisado un pequeño puente en la zona más profunda. Nos mojamos los pies, que de todas formas estaban ya calados. ¡Debía haber traído las botas de invierno! Luego, un rápido recorrido por una pista nos lleva a Carmona. Bellísimo pueblo, del que tengo estupendos recuerdos juveniles con la panda de amigos.

Poco después de Carmona se inicia la temible subida al monte Aa. Corta, pero de gran pendiente. Un cartel de la organización nos anuncia "pendiente del 23% más IVA". ¡Tiene guasa la cosa!. Mucha gente sube andando pero a mí me resulta más cómodo pedalear despacito. Ha dejado de llover y acaba de salir el sol, por lo que me quedo en manga corta. Me gusta sentir el sol en la cara, aunque esta sensación durará poco tiempo.

Durante la subida me encuentro con algunos de los compañeros del foro y nos volvemos a saludar. El ambiente es estupendo y las palabras de ánimo renuevan las fuerzas.

Al coronar el collado sólo queda un rápido descenso por una pista en buen estado para alcanzar el valle y cruzar el río Saja para llegar a Ruente. Allí me encuentro a Javier y Pedro, en la primera de muchas asistencias que me harían. Es agradable ver una cara sonriente, charlar, contar alguna anécdota. Me cambio a zapatos de invierno y calcetines secos. También cambio mis guantes calados por otros secos, también de invierno. Relleno el camelback y me despido de mis amigos, agradecido por su inestimable ayuda.

Es el kilómetro sesenta. Mientras pedaleo camino del área recreativa de Ucieda pienso en lo mucho que queda todavía y vuelve la incertidumbre. ¿Podré acabar? De momento la lluvia ha cesado, no hace frío, tengo los pies y las manos secas, y me encuentro de maravilla. Disfruto del bosque.

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Vadeando el río Quivierda, cerca de Carmona. Ya veníamos calados,
así que un poco más de agua no importa

foto 4
Este soy yo, cerca del inicio de la subida a Monte Aa


El Moral (subida 5)


En el avituallamiento de Ucieda paro a comer un bocadillo de chorizo, y otro par de plátanos. No quiero parar mucho para no enfriarme, por lo que reinicio la marcha en cuanto consigo masticar el bocadillo. Unos metros más allá me encuentro a mis amigos que ¡han montado un banquete!. Me invitan a macarrones con tomate, pero yo ya he comido así que me despido mientras envidio sus caras de felicidad.

Ahora toca afrontar una de las subidas más duras, para llegar a la Ermita del Moral a 1000 metros de altitud, en pleno corazón de la reserva natural del Saja-Besaya. La subida, sin descanso, atraviesa primero una zona de bosque y luego se abre permitiéndonos ver el valle frondoso desde arriba. Comienza a llover, pero subiendo no hace frío. Poco antes de la cumbre, en el kilómetro 78 pasa una moto de la organización bajando a toda velocidad. Está abriendo paso al primer participante, Evaristo, que baja como un misil ya de regreso a Cabezón después de haber completado ya más de 140 kilómetros. ¡Pero si a mí me queda más de la mitad! ¿De qué está hecho este tío? De lo mismo que yo no, por supuesto. Diez minutos después pasaría el segundo. Y luego el tercero. El cuarto. Y así muchos. ¡Son increíbles!

En el alto están los controladores que registran el paso de los participantes y comentamos con ellos la hazaña de los primeros clasificados. Ahora hay que abrigarse pues hace mucho frío y el descenso es largo. Saco de la mochila la ropa de invierno. ¡He acertado con la ropa plenamente! El descenso es divertido, aunque hay que ir con cuidado pues me cruzo con los ciclistas que suben. Al llegar abajo me encuentro de nuevo a Pedro y Javier. Charlamos un ratillo, recargo el camelback, y sigo camino.
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El grupo de compañeros del ForoCantabriaMTB con los
que entrené alguna etapa. ¡Habían organizado un buen banquete en Ucieda!



La Cruz de Fuentes (subida 6)



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Cerca de la Cruz de Fuentes encontramos muchos caballos en semilibertad
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El duro ascenso hacia la Cruz de Fuentes atraviesa
un largo bosque de hayas


Unos kilómetros de asfalto me llevan a Bárcena Mayor. ¡Qué bonito pueblo!, que ahora casi no puedo admirar por la prisa que llevo. Voy pensando. Este es el punto de no retorno de la marcha. Esta es la subida más dura por su larga longitud (16 kilómetros) y la cota que se alcanza (casi 1300 metros). Estoy decidido a que si consigo subir a la Cruz de Fuentes, terminaré la marcha ¡aunque sea a rastras!. Aún conservo las fuerzas por lo que no me planteo nada más. Hay que seguir.

En el avituallamiento del área recreativa como algo y luego inicio el ascenso. El paisaje es precioso. Un bosque de haya, el río al principio, luego las brañas. Todo de color verde intenso. Llovizna a ratos y se ve niebla arriba. El calor del esfuerzo auyenta al frío. La primera parte de la subida es fácil, pero luego se empieza a complicar.

Hacia el kilómetro 100 me llega el bajón. Queda todavía más de la mitad de la subida y de pronto me encuentro muy cansado. Intento esforzarme y no puedo. Las pulsaciones no suben de 130. Pienso que quizás necesite comer y paro un momento a tomar una barrita. Tengo el estómago cerrado y no me entra. Sigo pedaleando, y decido hacer como cuando me encontraba cansado haciendo el Camino de Santiago: bajar el ritmo, ir despacito y no pensar demasiado. Intento beber por si lo que me falta es hidratación. El altímetro del GPS va marcando la ascensión: 900 metros, luego 1000. Se hacen muy largos. Cuando llegue a 1070 sólo me quedarán 200, pienso. Doscientos metros es como la subida del monte Corona. ¡Fácil! Divido los 200 metros en trozos de 100 para que mentalmente sea más fácil llegar. Llego a la cota 1170. ¡Sólo queda la otra mitad! Entro en la niebla. Empieza a hacer mucho frío, pero adivino ya el final. 1200 metros. 1250. Por fin, veo a los controladores y suspiro aliviado. Estoy en Fuentes. ¡Voy a acabar el Soplao!

El Puerto de Palombera  (subida 7)


Los controladores de la Cruz de Fuentes están helados. La niebla y la altitud se combinan para que la sensación térmica sea bajísima. Me abrigo y me vuelvo a alegrar de la elección de la ropa. Me dicen que voy en el puesto 450. Somos muchos los supervivientes hasta el momento. Me alegro.

El descenso hacia la carretera de Palombera es rápido a pesar de la niebla. Luego queda subir por carretera hacia el puerto. Me siento mucho mejor. Estoy dejando atrás el cansancio de la subida a Fuentes. Debería comer algo.

Al coronar el puerto se sigue sin interrupción un descenso vertiginoso por la carretera, por las curvas enlazadas hasta el prado de Ozcaba. Allí me encuentro de nuevo a mis incansables Pedro y Javier. Les cuento mi cansancio y me animan. Me hacen comer unas galletas que ahora sí, mi estómago admite. Son mi salvación.
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La niebla cubre el puerto de Palombera



La Venta Vieja (subida 8)


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Las profundas vistas del valle desde la subida a la Venta Vieja
resultan impresionantes

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La subida a Venta Vieja, en su tramo final, ya con menos barro


Tras la breve parada inicio la subida a la Venta Vieja, otra vez casi a 1300 metros. Es una subida fácil de escasa pendiente, excepto por el barro. Habitualmente hay mucho. Hoy, mucho más que nunca. Es imposible pedalear. Arrastro la bici por el barro al igual que otros muchos participantes que suben a mi lado. Las ruedas van engordando y parece que pesan 6 kilos cada una. La cadena se llena otra vez de barro. Toda la bici. Las botas se meten en el barro hasta los tobillos. Menos mal que son de goretex y llevo los pies secos. Sigue la niebla y hace bastante frío.

Después de unos dos kilómetros a pie el terreno mejora. Sigue con barro, pero hay también piedra y es ciclable. El avance es lento pues hay que ir sorteando zonas con barro más espeso, piedras, cortas rampas, y metiendo la rueda casi hasta el eje en algunos charcos. Se oyen muchas maldiciones.

Después de la Venta Vieja hay otro control y se acaba el barro. Una rápida pista nos lleva a Colsa y luego a los Tojos. Bajo con cuidado pues aquí me caí el domingo pasado. Luego, voy perdiendo el miedo y disfruto de la bajada. Mientras tanto voy pensando. Sé que abajo estará mi familia que ha venido a verme y a animarme, y me emociono al pensarlo. Quizás sea el nivel de sufrimiento pero las emociones están a flor de piel. Se me caen algunas lágrimas. También me emociono cuando me aplaude la gente del pueblo. ¡Esto es la leche! No me caben tantas sensaciones juntas.

Por fin llego al valle y en el avituallamiento del arroyo Juzmeana me encuentro a Paula, Ana y Miguel. Vuelvo a llorar mientras me abrazan. También están los infatigables Pedro y Javier con sus mujeres, Maite y Conchi, que han venido a animarme. ¡Me siento como una estrella!

El último ascenso al Moral (subida 9)


Hago una parada larga en la que aprovecho para comer y charlar con los míos. Javier quita el barro de Venta Vieja de mi cansada cadena y la engrasa. Me ayuda a colocar las luces en la bici, pues en una hora se hará la noche. Después del descanso y de las palabras de ánimo recibidas, unos besos y abrazos me despiden. Ahora debo afrontar la temida última subida al Moral. Otra vez subir a más de 1000 metros. ¿Podrán las piernas? He visto gente retirándose aquí por los calambres. Pero me encuentro bien.

Salgo haciendo un caballito para hacerme el chulo delante de mi familia y me mentalizo para la subida. Voy calculando mentalmente. Son 600 metros de desnivel. En la cota 700 habré hecho la mitad. Me encuentro bien. Estoy sorprendido.

Las sucesivas cascadas del arroyo Juzmeana van pasando por delante de mis ojos y tengo tiempo para admirarlas. Es uno de los lugares más bellos del bosque. Miro el altímetro del GPS y casi he llegado ya a la cota 700. Hago una parada de un minuto para estirar los músculos y sigo. Veo gente que sube andando. ¡Hay que llegar como sea! La parte final del ascenso es la más empinada, pero la ilusión también va creciendo y dando más fuerzas. Entro en la niebla y comienza a lloviznar. En poco tiempo oigo a los controladores charlando y luego les veo. ¡He completado la última subida! Me invade la alegría y vuelven las lágrimas a asomarse tímidamente a los ojos. Sólo queda ya el descenso hacia Cabezón.
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Colocando las luces antes de afrontar la última subida al Moral


La meta


El frío es intenso y ha empezado a llover con algo más de fuerza, por lo que me pongo toda la ropa que tengo. Empieza a oscurecer y enciendo las luces de la bici. Después de un tramo más o menos llano con algunos repechos empieza el auténtico descenso. Debo ir despacio porque aunque la luz es buena, sólo se ve a unos cuantos metros de distancia. No quiero caerme por un bache traicionero ahora que estoy tan cerca de alcanzar mi meta. La noche se va cerrando, aumentada por la niebla y la lluvia. No hay pueblos alrededor. Ni una luz. Pienso en los lobos.

La bajada se hace muy larga y el frío comienza a penetrar haciéndome tiritar. No importa. Sigo pensando. Llevo 14 horas y pico sobre la bici y he tenido mucho tiempo para pensar. Me imagino ya en la meta. De pronto encuentro un cruce sin señalizar. Pero, ¡si de día nunca lo he visto! ¡Cómo cambia la noche la percepción del espacio! Sigo recto y enciendo la luz del GPS para comprobar que voy por el buen camino. Compruebo con alivio y satisfacción que así es. Me encanta la tecnología. Días más tarde me enteré que algunos se habían perdido aquí y les había entrado un poco de miedo. En la ciudad no estamos acostumbrados a tanta oscuridad toda junta.

La llegada al valle viene acompañada de los saludos de ánimo de la gente del último avituallamiento. Cuántas horas llevan ya aguantando allí, ahora totalmente a oscuras. No paro, pues lo único que cuenta ya es llegar. Estoy tiritando de frío y las piernas parece que no responden. Poco a poco las obligo a pedalear y se van calentando.

Paso por Ucieda. Unos kilómetros de carretera oscura y luego cruzo el Saja en Santa Lucía. Ya casi estoy llegando. Avanzo a más de 30 kilómetros por hora y entro en las calles ya iluminadas de Cabezón. Cuando ya casi tengo la meta al alcance de la mano oigo una sirena y se cierran las barreras del paso a nivel del tren. ¡Qué rabia! Toca esperar. Estoy impaciente. Por fin oigo el tren. Es un mercancías. Pero ¡qué largo es! Nunca termina de pasar. Por fin se abre la barrera y puedo seguir. La gente que pasa por la calle me anima.

Ya veo la meta, Anuncian mi dorsal y mi tiempo. 14 horas y 47 minutos. Y allí están los míos. Paula, Javier, Pedro, Conchi, Maite. Me abrazan y me felicitan. Lloro.
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La llegada a Cabezón, de noche, a las 22:47.

Y al final


Después de un año de preparación, miles de kilómetros en la bici, decenas o cientos de horas pensando en la marcha, incertidumbres, ilusión, he conseguido superar este reto personal de un solo día. Un día duro, cargado de emociones, sufrimiento, lluvia, frío, barro, alegría, compañerismo, gratitud,... Un día perfecto.

Ahora sigo siendo el mismo, pero también soy otro. Pertenezco a esa minoría de los que hemos completado los 1000 del Soplao. Ante cualquier problema que tenga a partir de ahora pensaré: si he sido capaz de terminar el Soplao, ¡cómo no voy a poder con esto!.

Gracias a todos los que habéis hecho posible este gran sueño. Gracias a todos los compañeros participantes que habéis unido vuestras fuerza a la mía para que juntos lo hayamos conseguido. Gracias a mis compañeros Pedro y Javier por las asistencias, por todos los buenos ratos de bicicleta, por una verdadera amistad. Y gracias sobre todo a Paula, mi mujer amiga y compañera de vida, y a nuestros hijos Ana y Miguel por su constante apoyo y por entender lo que me apasiona este deporte.


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