Kilómetros |
164 |
Desnivel acumulado |
4794 |
Cota Máxima |
1272 |
Duración |
13:02 horas |
Tiempo en movimiento |
11:36 horas |
Lugar de inicio y final |
Cabezón de la Sal |
Dificultad |
Extrema |
Mes en que se realizó |
Mayo de 2009 |
Época recomendada |
Primavera, verano, otoño |
Por la noche me despierta varias
veces una fuerte tormenta. Mientras
intento volver a conciliar el sueño me imagino esa subida desde
la Cocina llena de barro, el suplicio de Venta Vieja, ... Este
año parece que también nos vamos a mojar. No importa. Las
ganas de hacer el Soplao pueden más que cualquier
fenómeno meteorológico que se ponga por delante. Cuando suena el despertador las 6:20 me preparo para salir. Al montar en el coche veo que está todo mojado pero la tormenta ya ha terminado y casi no llueve. ¡Quizás haya suerte y el pronóstico del tiempo esté equivocado! Al llegar a Cabezón me dirijo en bici hacia la salida. Todas las calles están repletas de ciclistas que salen de todas partes. El ambiente es de fiesta. Nos vamos colocando en la salida y somos tantos que no alcanzo a ver el final de la columna de ciclistas. Intentamos combatir la tensión del momento comentando tonterías divertidas con los compañeros. Igual que el año pasado no conozco a nadie de los que me rodean. ¡Somos 1200! Por fin suena la traca que marca la salida. Tras un rato de espera para que los de adelante vayan saliendo comienzo a pedalear, con cuidado para no chocar con otras bicis. Mientras rodamos por las calles nos aplaude numeroso público que ha madrugado para darnos unos ánimos que impulsarán nuestros pedales. Empiezo a reconocer las emociones del año pasado que ese público fiel es capaz de transmitir. |
Somos 1200 bikers en la salida de Cabezón |
Las pistas del Monte Corona están cubiertas de una fina capa de barro que no dificulta la marcha pero que nos deja cubiertos de salpicaduras. La mecánica empieza a sufrir con el barro y la cadena comienza a suplicar por un poco de aceite. Pedaleamos con cuidado pues somos muchos y vamos muy pegados. El grupo forma una larguísima hilera de la que no puedo ver ni el principio ni el final. La bajada hacia Rioturbio es rápida y la subida posterior a la ermita de San Esteban se me hace corta. Es curioso cómo influye el ambiente en el rendimiento. Los ánimos del público que se ha acercado casi hasta cada curva, y la presencia de los compañeros, hacen que dar pedales no cueste. Subo rápido, más de lo habitual, y no me canso igual que cuando voy solo. Al año pasado también me pasaba lo mismo y tenía que dosificarme porque no sabía hasta dónde podrían aguantar las fuerzas. Este año no necesito ser tan conservador, ya que el objetivo de terminar el Soplao ya estaba cubierto el pasado año. Subo pues a buen ritmo y pronto llego al primer avituallamiento en Caviedes. | Formamos una larga hilera de ciclistas mientras ascendemos por el Monte Corona |
Con las primeras rampas de la pista de la Cocina comienza "el infierno" |
Al salir de la niebla cerca de la Florida se abren ante nosotros preciosas vistas |
El sol empieza a aparecer tímidamente. Hace un día estupendo para la bici |
Desde el avituallamiento del Soplao podemos ver Peña Sagra, ya con poca nieve |
Después de comer algo
inicio el fuerte descenso hacia Celis. La
pista está muy resbaladiza y el personal de protección
civil cuida de nosotros pidiéndonos que bajemos con cuidado. A
pesar el traqueteo de la bici sobre las piedras oigo de pronto un
silbido sospechoso. Me paro y veo con horror que el aire se escapa con
gran fuerza por un agujero en mi rueda delantera. ¡Menudo
pinchazo!. Llevo ruedas sin cámara con líquido
antipinchazos por lo que teóricamente no debería haber
pinchado, pero este agujero es enorme. Muevo un poco la rueda para que
llevar el líquido hacia el pinchazo y veo que empieza a salir a
chorro. Pongo el dedo a modo de tapón y, mágicamente el
líquido hace su trabajo y sella el pinchazo. Ya no me
tendría que preocupar de él en todo el resto de la
marcha. ¡Qué bien está funcionando hoy todo! Doy
gracias a la tecnología y sigo bajando por la resbaladiza
pendiente. Bajo despacio, y me adelantan algunos "locos" a toda
velocidad. Por suerte no veo ninguna caída y en poco tiempo
estoy en el valle. Los vecinos nos ayudan a limpiar el barro pero yo
evito la espera ya que conozco una fuente situada un poco más
allá. Lavo allí la cadena de la bici y el cambio
metiéndolos directamente en el caño y luego vuelvo a
engrasar por enésima vez la cadena. Traía un bote casi
lleno y ¡ya lo llevo medio vacío!. Tengo que dosificarlo
pues en Venta Vieja puede que me haga falta. Después de dedicar un rato a las labores de limpieza tomo la carretera con ganas de devorar algunos kilómetros fáciles. Paso por Puente Nansa y poco después llego al temido vado del río Quivierda. Mientras giro hacia la pista que atraviesa el río me da rabia pensar en mojarme los pies, que llevo secos. Sin embargo, me llevo la sorpresa de que a pesar de la tormenta el río baja casi seco. ¡Más buenas sensaciones para este Soplao!. La pista hasta Carmona escupe un barrillo blanquecino que impregna la bici y la ropa. Paso por el bonito pueblo de Carmona muy deprisa, casi sin poder verlo y enseguida inicio la subida a Monte Aa. Me encuentro allí con Gon, un forero del Foro Cantabria MTB. Avanza despacio con su bici que hace un ruido terrible. No nos conocemos personalmente, pero para mí es como si le conociese por haber leído su increíble crónica del Soplao, realizado en solitario el año pasado. Me cuenta que lleva el núcleo de la transmisión trasera roto. ¡Mala pinta tiene! Me da lástima pues sé las enormes ganas que tiene Gon de hacer el Soplao "oficial". Mas tarde leería en el foro que no pudo reparar su bici, pero que llegó con ella rota hasta Bárcena Mayor, y que allí Marta, otra compañera del foro, le prestó su flamante bicicleta nueva para completar la prueba. Una muestra perfecta de esa mezcla de tesón, fuerza mental y compañerismo que caracteriza el espíritu del Soplao. ¡Enhorabuena a los dos! Después de un tramo de carretera se inicia la pista con las pendientes más fuertes de la marcha. Hay dos tramos de hormigón en los que la bici se encabrita y es preciso casi meter la cabeza entre los cuernos del manillar para mantener la rueda delantera sobre el suelo. A medida que subo veo a varios compañeros que han roto la cadena. La combinación del barro y de la pendiente están causando estragos mecánicos. Mi cadena suena un poco, por lo que me paro a engrasarla de nuevo, por si acaso. Al salir de las rampas más fuertes llega un tramo muy bonito desde el que se puede ver Carmona en el fondo del valle, con los Picos de Europa detrás. Este Soplao nos está regalando lo mejor de sí mismo. |
Durante la subida al Monte aa disfrutamos de la vista de Carmona, con los Picos de Europa detrás |
Al coronar el Monte Aa me pongo
la chaqueta térmica para el
descenso que es largo y divertido. Al llegar a Ruente busco con la
mirada a mis amigos de la bici, Javier, Pedro y Jesús,
están allí, junto a Alicia, a pie de carretera.
Qué bien sabe ver caras amigas, charlar un rato, contar alguna
anécdota. Me ayudan a repostar el CamelBack. A diferencia del
año pasado no necesito cambiarme de ropa. En poco tiempo me
despido de ellos y cruzo el puentecillo sobre la fuentona de Ruente
para dirigirme hacia la campa de Ucieda. Allí paro a comer un
bocadillo y algo de fruta y luego inicio el largo ascenso hacia el
Moral. Subo con un poco de miedo, pues es una subida dura y el año pasado llegué algo cansado a la cima. Sin embargo las sensaciones son buenas y voy perdiendo el miedo. El camino se abre paso por el bosque y, más arriba, por monte despejado que nos ofrece preciosas vistas del valle. Hablo por el móvil con Paula mientras pedaleo y le cuento que me va muy bien de momento. Estoy contento. Un poco más arriba, al borde de la pista hay un hombre con un cencerro que nos anima en tono jocoso, con grandes voces que se oyen desde mucha distancia. Nos dice: "Venga apretad el paso que esto no es un paseo" "Que esto no es Verano Azul" "Aquí habéis venido a sufrir" "Venga, que se me va a hacer de noche y quiero bajar al pueblo de día". Y venga a darle al cencerro. Este tío ¡es un crack!. Todos nos sonreímos al pasar al lado suyo. Parece que cada frase que dice nos impulsa un poco más hacia la cumbre. Poco antes de coronar el alto le comento a un compañero que justo aquí vi pasar el año pasado al primer clasificado. Este año aún no ha pasado, por lo que o yo voy mejor o él va peor. Comprobaré enseguida que en realidad no hay tanta diferencia. Un par de minutos después corono la cima y mientras el controlador pica mi dorsal veo llegar a los dos primeros clasificados, que suben juntos desde el otro lado. Pero ¡de qué están hechos!. A mí me queda aún la mitad del recorrido y ellos están ya de vuelta a Cabezón. Al pasar junto a los participantes que estamos en la cima no podemos hacer menos que darles un caluroso aplauso. Mi enhorabuena campeones. |
Este soy yo, cerca de Ucieda |
La bajada por la pista del
arroyo Juzmeana es rápida y hay que
bajar con cuidado pues me cruzo con algunos participantes que suben.
Abajo me encuentro de nuevo con mis amigos y les cuento que de momento
voy muy bien. Me dan algo de comida y bebida. Bueno, lo de "comida" es
un decir pues unas barritas energéticas no pueden compararse con
el cocido que se van a meter entre pecho y espalda mientras yo me
esfuerzo en dar pedales. Debería envidiarles, pero no puedo,
pues lo estoy pasando muy bien. Paso Bárcena Mayor sin poder casi detener la vista en sus pintorescas calles, y sigo hasta el área recreativa donde se encuentra otro avituallamiento. Me paro a comer otro bocadillo y luego inicio el largo ascenso hacia la Cruz de Fuentes, techo de la marcha situado a casi 1300 metros de altitud. El primer tramo es de poca pendiente y aprovecho para repasar mentalmente el recorrido. El año pasado me dio una pájara fuerte a media subida y sufrí mucho. ¿Qué pasará esta vez? Durante parte de la subida coincido con Chuchi, al que conozco del Blog CantabriaMTB. Me hace gracia que se pueda poner voz y cara a alguien a quien sólo conoces por Internet. Charlamos un rato mientras atravesamos el precioso bosque de Bárcena Mayor. Llega el kilómetro 100 y todavía sigo con fuerzas. Sin embargo el ascenso es largo y poco antes de coronar me llega un momento de debilidad. Parece que siempre tiene que ser en la subida a Fuentes. Ya lo dice el manual de la ruta: "Fuentes nos exigirá lo mejor de nosotros mismos". Afortunadamente la cima está cerca y al coronar me encuentro ya de nuevo con fuerzas. ¡Quizás sea sólo el miedo! Ahora ya no importa pues mi cabeza me dice que si he llegado hasta aquí terminaré el Soplao aunque sea a rastras. |
Las nubes envielven la cordillera con sus formas caprichosas |
El descenso del puerto por la
carretera es rapidísimo. 70 Km/h
marca mi velocímetro. Es agradable dejarse caer, inclinar la
bici en las curvas, sentir el viento en la cara y ver pasar el paisaje
a gran velocidad. En poco tiempo alcanzo el avituallamiento de Ozcaba y
me paro a pedir ayuda mecánica pues llevo la corona con los
piñones algo sueltos y hace mucho ruido. Tras una parada algo
larga comienzo el ascenso por la pista y me encuentro a Javier y Alicia
que han subido a hacerme algunas fotos. Me alivio cuando me dicen que
la pista de Venta Vieja está en buen estado. Tiene mucho barro,
pero se ha secado bastante durante el día y es ciclable. Puedo
avanzar relativamente deprisa. Comparto la pista con una manada de caballos que a mi paso saltan hacia la pradera impulsándose sobre sus patas traseras. Las vistas hacia la izquierda son sencillamente inmejorables. El valle del Saja aparece teñido por la luz del sol que se filtra entre las nubes en un atardecer de temperatura agradable. Las montañas que hay detrás y las nubes ponen un bello contraste a las praderas y los bosques. Cuando los controladores de Venta Vieja me pican el dorsal me doy cuenta de que ya he hecho una gran parte de la marcha. Sólo quedan dos largos descensos con un nuevo ascenso al Moral en la mitad. |
La temida pista de Venta Vieja se ha secado y está ciclable a esta hora de la tarde |
Compartimos la ascensión con una manada de caballos |
Las vistas desde Venta Vieja son grandiosas |
El descenso hacia Colsa y Los
Tojos es muy rápido y divertido,
aunque no deja mucho margen para poder contemplar las vistas. La
temperatura es tan agradable que ni siquiera necesito abrigarme.
Mientras las cubiertas de la bici vuelan sobre las piedras los
pensamientos vuelan en mi cabeza haciendo un repaso de la marcha. Hasta
el momento ha ido todo muy bien. Abajo estarán mis amigos y
también Paula. Me imagino ya llegando ante ellos y me emociono.
También se me hace un nudo en la garganta cuando me animan unos
chavales en los Tojos. Al igual que el año pasado, no me caben
tantas emociones juntas y algunas se me escapan de dentro. Después de las paellas enlazadas de la carretera de los Tojos llego al valle y poco después al desvío de la pista del Arroyo Juzmeana, donde están Javier, Alicia, Conchi y Paula. Como ya me temía, un par de lágrimas se asoman a mis ojos al verles. Paro un rato a charlar con ellos, y Javier me ayuda a repostar y a poner las luces en la bici. No creo que hoy me hagan falta, pero nunca se sabe si una avería puede retrasarte. Un cariñoso beso de Paula me despide y salgo haciendo un caballito para no perder la costumbre. Inicio la última subida de la marcha, larga, con un desnivel de 600 metros. La primera parte es de pendiente suave y disfruto contemplando las numerosas cascadas del arroyo, que se desploman en mitad de un espeso bosque. Más arriba la pendiente aumenta y sigue ya sin descanso hasta coronar el alto junto a la Ermita del Moral. Las fuerzas ya son escasas y veo a varios compañeros que suben andando. Sufro por el cansancio mientras miro cada poco el altímetro del GPS para comprobar cuánto falta. ¡Qué lento avanza el condenado! El sol de la tarde sigue tiñiendo el paisaje de colores amarillos que envuelven el bosque. Disfruto de las vistas y mientras me parece que mi bicicleta está casi parada contemplo cómo el alto va acercándose lentamente hacia mí. Al fin, el alto me alcanza y los controladores lo certifican picando mi dorsal. ¡Sólo queda ya el descenso hacia la meta! |
La última subida al Moral, con las luces de la tarde |
El cálido atardecer que
me acompañó en la subida
ha desaparecido, sustituido por una fría y espesa niebla que
cubre toda la vertiente Norte del Moral. La visibilidad es mala y
aunque hay ganas de bajar rápido no se puede. Las gafas se
empañan y debo quitármelas, con lo que los ojos van
llorando por el efecto del viento frío. Me abrigo pero
aún así hace frío. Por lo menos es de día,
no como el año pasado en que hice toda la bajada de noche
cerrada y lloviendo. |
Para bajar hacia Cabezón debemos internarnos en la fría niebla, pero no importa: ya casi tocamos la meta con la punta de los dedos |